Una columna de opinión en la misma línea, con la cual coincido :
¡¡¡FOOTBAAAAAALL!!!, por pinjed
Seguramente por vivir en Europa, o quizá en el norte de África, no éramos todavía plenamente conscientes de que Microsoft ha cambiado mucho desde los dos últimos E3. Su lucha encarnizada contra Sony y su PlayStation por el corazón de los jugadores duró una generación y media. En el ecuador de la vida de Xbox 360 la compañía dio un giro a sus intereses, nos colocó Kinect y nos enchufó un montón de canales de tele, aunque insisto en que las pantanosas —y espantosas—infraestructuras españolas en materia de tele digital no nos dejaron verlo tan claro como al otro lado del charco. Y ahora que ya estamos en el matadero nos sorprendemos de ver caer la maza sobre nuestras cabezas.
Ayer Microsoft agarró de la nuca al jugador y le obligó a mirar hacia el abismo, a ser consciente de una realidad terrorífica: hay otro hemisferio en lo casual. Nintendo exprimió hasta la última gota de familias felices, fiestas de cumpleaños y menopáusicas en plena cuesta abajo. Ahora Microsoft nos recuerda que su nuevo cliente favorito es el marido, el tipo que se traga todas las competiciones deportivas, el que se pasa nueve horas al día vegetando ante el televisor, el que consume los debates sobre la NBA en la misma medida que disfruta un reality sobre paletos sureños que cazan cocodrilos. Quizá de vez en cuando también eche una partida a Call of Duty: Ghosts (presente ayer), Forza Motorsport 5 (presente ayer) o toda la plétora de franquicias deportivas de EA (exacto: presentes ayer), pero no mucho más. Microsoft le ha cogido cariño a ese gordo cuarentón inmóvil en camiseta imperio, o a ese soltero macho alfa capitán del equipo de pulsos de su pub habitual, o ese padre de familia que lleva meticulosamente anotadas todas las estadísticas de su hijo de diez años en el equipo de béisbol del barrio y le obliga a entrenar doce horas a la semana. Ese es el nuevo casualismo, Microsoft es su pastor, y nada le falta.
Que la mitad de la conferencia estuviese dedicada ayer a la televisión y a los servicios multimedia de Kinect, y que la consola (bonita y sobria) se parezca hasta lo inquietante a un reproductor de vídeo VHS o un decodificador, deberían ser pruebas casi concluyentes de mi tesis. Que a estas alturas ni siquiera la propia Microsoft haya sido capaz de aclarar temas que preocupan al jugador como la conexión permanente o el mercado de la segunda mano... ¡es porque ni ellos mismos lo tienen claro todavía! No solo no saben qué van a hacer exactamente con nosotros, sino que tampoco les importa demasiado. Microsoft ha decidido que el jugador es solamente un eslabón intermedio, uno que (y esto sí lo saben) si cuidan lo justo y lo mantienen mínimamente aseado seguirá siempre ahí, que usarán para poner un pie sobre él y alcanzar un nuevo y más estimulante objetivo comercial: la tele.
El resto de opiniones de los redactores:
¡¡¡FOOTBAAAAAALL!!!, por pinjed
Seguramente por vivir en Europa, o quizá en el norte de África, no éramos todavía plenamente conscientes de que Microsoft ha cambiado mucho desde los dos últimos E3. Su lucha encarnizada contra Sony y su PlayStation por el corazón de los jugadores duró una generación y media. En el ecuador de la vida de Xbox 360 la compañía dio un giro a sus intereses, nos colocó Kinect y nos enchufó un montón de canales de tele, aunque insisto en que las pantanosas —y espantosas—infraestructuras españolas en materia de tele digital no nos dejaron verlo tan claro como al otro lado del charco. Y ahora que ya estamos en el matadero nos sorprendemos de ver caer la maza sobre nuestras cabezas.
Ayer Microsoft agarró de la nuca al jugador y le obligó a mirar hacia el abismo, a ser consciente de una realidad terrorífica: hay otro hemisferio en lo casual. Nintendo exprimió hasta la última gota de familias felices, fiestas de cumpleaños y menopáusicas en plena cuesta abajo. Ahora Microsoft nos recuerda que su nuevo cliente favorito es el marido, el tipo que se traga todas las competiciones deportivas, el que se pasa nueve horas al día vegetando ante el televisor, el que consume los debates sobre la NBA en la misma medida que disfruta un reality sobre paletos sureños que cazan cocodrilos. Quizá de vez en cuando también eche una partida a Call of Duty: Ghosts (presente ayer), Forza Motorsport 5 (presente ayer) o toda la plétora de franquicias deportivas de EA (exacto: presentes ayer), pero no mucho más. Microsoft le ha cogido cariño a ese gordo cuarentón inmóvil en camiseta imperio, o a ese soltero macho alfa capitán del equipo de pulsos de su pub habitual, o ese padre de familia que lleva meticulosamente anotadas todas las estadísticas de su hijo de diez años en el equipo de béisbol del barrio y le obliga a entrenar doce horas a la semana. Ese es el nuevo casualismo, Microsoft es su pastor, y nada le falta.
Que la mitad de la conferencia estuviese dedicada ayer a la televisión y a los servicios multimedia de Kinect, y que la consola (bonita y sobria) se parezca hasta lo inquietante a un reproductor de vídeo VHS o un decodificador, deberían ser pruebas casi concluyentes de mi tesis. Que a estas alturas ni siquiera la propia Microsoft haya sido capaz de aclarar temas que preocupan al jugador como la conexión permanente o el mercado de la segunda mano... ¡es porque ni ellos mismos lo tienen claro todavía! No solo no saben qué van a hacer exactamente con nosotros, sino que tampoco les importa demasiado. Microsoft ha decidido que el jugador es solamente un eslabón intermedio, uno que (y esto sí lo saben) si cuidan lo justo y lo mantienen mínimamente aseado seguirá siempre ahí, que usarán para poner un pie sobre él y alcanzar un nuevo y más estimulante objetivo comercial: la tele.
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